Cada 31 de diciembre, nuestro cantón se viste de fiesta para recibir el año que inicia en medio de una serie de tradiciones que se repiten año tras año; Por esta fecha es ya normal escuchar por todos los lugares una canción que titula “El Año Viejo”, cuya letra dice: “Yo no olvido al año viejo; porque me ha dejado cosas muy buenas: Me dejó una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra...”
Quemar muñecos elaborados por nosotros mismo es una tradición que presenta un fuerte contenido identitario en Sígsig. Si bien esta práctica no es exclusiva de este cantón, se la considera un lugar apropiado para fortalecer nuestros lazos sociales, porque en ésta fecha adquiere características y proporciones que la convierten en algo único.
Ésta celebración está motivada en la vida común del pueblo siendo el barrio la pequeña patria y las esquinas el lugar de encuentro y refugio de nuestras vidas; en donde los sigseños y no sigseños, niños, niñas jóvenes, adultos y adultos mayores se reúnen para armar los monigotes de fin de año y quemarlos.
Días antes a la quema, se organiza, se divide las tareas, se elige el motivo y las características del muñeco que va a construir y finalmente se solicita una contribución a los vecinos y familiares para cubrir el costo de la elaboración.
Durante el día, se preparan el monigote de rigor, su apariencia semeja un descomunal cuerpo humano que cobra vida cuando la máscara es colocada formando su rostro. La creatividad de los que hacen los viejos dará pícaramente su parecido sin el ánimo de molestar a las personas involucradas; así se elaboran muñecos con la apariencia de figuras políticas, personajes públicos, amigos o familiares, es decir se representa al “personaje del año”.
Junto a la elaboración de los viejos algunos integrantes del grupo escriben el testamentos, que por lo general es la persona con mayor picardía y conocedor de todo lo acontecido, en el que, de manera cómica y satírica, describen que le deja el "año viejo" a cada uno de los miembros presentes y que le depara el próximo. Por lo general en el testamento sacan a la luz cruelmente las malas acciones cometidas por los integrantes de la jorga, club, barrio, entre otros.
Ya por la tarde del 31, una rústica tarima es montada en las puestas de las casas, calles o lugares tradicionales de nuestro pueblo como son: el barrio norte (esquina de la calle 16 de Abril y Bolívar), barrio sur (esquina de la Vega Muñoz y Corral), multicanchas, loma de San Marcos, parque central, sector de la tejería, entre otros., allí, entre risas, charlas, abrazos, bailes, música y alboroto por doquier, se espera el acontecimiento final.
Cerca de la medianoche, luego de que el público admirara la obra realizada, se da lectura del testamento meticulosamente elaborado, en este no hay límite; no hay compasión por quien recibe los dardos hirientes; no hay corte de justicia que juzgue a los infractores del perjurio. El pueblo, ahí soberano, tiene la última palabra y ríe las ocurrencias redactadas para finalmente en medio de la calle prender fuego al “Al Viejo”, el mismo que expira sin ritos religiosos que lo asistan a pasar a mejor vida, es quemado ante la presencia de familiares y amigos; unos saltan sobre él y lo golpean como forma de “castigo”. Pero finalmente, amigos, amigas, familiares, enamorados con un fuerte abrazo salido de esperanzados corazones se desea un “Feliz Año Nuevo”.
En torno a esta fecha -31 de diciembre- existen muchas creencias -nos comenta Don Rodolfo Prado - Una de ellas es que la mujer debe recibir el año con unas medias, propiedad de un hombre con muchos años de casado, para atraer a su vida a un hombre estable para mantener una relación duradera. También las mujeres para atraer mucha prosperidad se deben de vestir con ropa interior amarilla, pues este color es símbolo de prosperidad, de igual manera si utilizan ropa interior roja les permitirá encontrar el amor ideal; mientras que si la ropa interior se usa al revés, se tendrá mucha ropa nueva y para asegurar viajes el año siguiente se debe de salir con una maleta justo a la media noche y dar por lo menos la vuelta a la manzana de donde vive. Otra creencia, esta vez involucrada con los alimentos, es que esa noche no puede faltar en la mesa, un plato de lentejas porque simbolizan la prosperidad y la abundancia, o a su vez se debe comer una uva con cada una de las últimas doce campanadas del año, esto permitirá que nuestros anhelos y aspiraciones se conviertan en realidad. Otra interesante creencia es sentarse y volverse a parar con cada una de las doce campanadas: para los que desean contraer matrimonio. Pero para atraer la prosperidad económica se debe colocar dinero dentro del zapato y llevarlo durante todo el 31 de diciembre, al día siguiente se guarda en la cartera pero este no se debe gastar durante todo el año.
Estas son algunas de las cábalas que la gente cree en fin de año, son tradiciones que a pesar del pasar del tiempo se mantienen vivas en nuestro imaginario y que además han beneficiado la herencia histórica de nuestro pueblo.
Es importante manifestar que la elaboración de los viejos se empezó a masificar y a cobrar importancia gracias a la iniciativa del club Siete Estrellas, en la actualidad es la municipalidad quien ha tomado las riendas para que esta tradición no desaparezca, pues se realizan concursos para premiar los mejores “viejos”.
La quema de muñecos en Sígsig, como práctica cultural de lo efímero, tiene sus diferencias con esas características más generales. Si bien surge de un grupo, niños, jóvenes y adultos se hace en un espacio público, se basa en la participación y se comparte con el vecindario pero también con los transeúntes ocasionales y visitantes que van a ver a los “Viejo”. Puede interpretarse que la quema de muñecos de fin de año comparte rasgos con rituales de sacrificio, ofrenda y purificación, aunque se halle desprovista de todo sentido religioso. La quema es en todo caso una expresión de la voluntad colectiva de terminar con lo malo del año y de manifestar la esperanza de que el Año Nuevo sea mejor.
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