El Sol de Oro o Chunucari, como lo conocemos en
nuestro medio, es una lámina de oro de 21 quilates y pesa 284,4 gramos;
martillada y repujada con distintivos céfalo-antropomorfos de 60x40 centímetros
de tamaño, orlado de 46 rayos ofídicos en todo su esplendor, que terminan en
una serpiente que sostiene una cabeza de trofeo en la boca. En la actualidad esta
pieza reposa en el Museo Nacional.
A pesar de su importancia, tiene una historia bastante
controvertida que ha generado diversas especulaciones respecto a su filiación
cultural y a su verdadero lugar de hallazgo.
Durante estas últimas décadas se han generado varios
ensayos que tratan de resumir el debate, unos con más tendencia de reclamo que
otros. Al respecto, existen dos puntos de vista: La primera; los que sostienen
que pertenece a la cultura Tolita, y la segunda; los que defienden la
procedencia kañari. En esta última, Guillermo Segarra Iñiguez durante años
disputó la filiación Tolita asignada, y reclamó a la cultura kañari el mérito
de la pieza. Posteriormente Ernesto Salazar, hizo eco del reclamo al tratar en su libro “Entre Mitos y Fábulas”. A inicios
de 1990; la investigadora Karen Olsen Bruhns con mayor argumentación documental
y sobre todo a base de un análisis estilístico, en su estudio titulado
“Huaquería, Procedencia y Fantasía: Los soles de oro del Ecuador” vinculó al
Chunucari con la iconografía de los Andes Centrales -de Chavín a Wari-, y
adoptó la bandera de lucha kañari y reivindicó el origen del Sol de Oro como
azuayo. En el 2012, se realizó un pequeño estudio titulado “Chunucari; Origen,
Historia e Identidad Sigseña” en el que básicamente se trató de dilucidar la
polémica generada y argumentar con datos históricos e iconográficos la tesis de
que el Chunucari es de procedencia kañari.
Existen muchas evidencias para decir que el Sol de Oro
es de procedencia kañari (sector Chunucari), una de ellas es la gran influencia
ideológica y estilística de las culturas del Perú, que estuvieron presentes en
el austro ecuatoriano hace más de 1500 años, la misma, que se ve reforzada por
la serie de hallazgos que se realizaron de tumbas precolombinas en la zona,
pues los registros históricos de encuentros cuantiosos de orfebrería prehispánica
dan primacía al área comprendida entre Chordeleg y Sígsig. Por ejemplo y como
dato que complementa nuestra hipótesis, es la orejera encontrada en una tumba
de Sígsig, la misma que fue trabajada en Oro laminado, recortado, soldado y
ensamblado con incrustaciones de cuentas de concha spondylus. es un testigo más
del contacto de la Sierra ecuatoriana con las regiones peruanas, pues tiene una
similitud con la orejera encontrada en 2012 en una tumba intacta que albergaba
los entierros de cuatro reinas o princesas huaris. Recordemos que los huaris
emergieron del anonimato en el valle de Ayacucho y alcanzaron su esplendor
alrededor del siglo VII d.C.
Orejera de Sígsig |
Orejera huari |
Nótese
la similitud de la orejera de Sígsig, con el objeto de la cultura Huari.
Los diseños de la metalurgia de los dos pueblos
aparece la figura del “ángel”; al respecto, Karen Bruhns manifiesta que las
figuras de ángeles con cabezas humanas, de pájaros o mamíferos, por lo común
representados de perfil o corriendo, son distintivos de la iconografía de la
cultura Huari.
A raíz de estas evidencias se puede decir que los
kañaris, desde hace muchos años, mantuvieron un activo intercambio cultural con
las culturas del norte del Perú; por tanto el arte kañari tuvo gran influencia
ideológica y estética de las culturas del norte del Perú y por ende el Chunucari,
importante símbolo Nacional tiene su origen en el cantón Sígsig.
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